La quagga (Equus quagga quagga) pertenece a ese triste olimpo de especies que desaparecieron por la desenfrenada cacería a la que fue sometida por el hombre. Este equino era una subespecie de cebra, pero a diferencia de ésta, las características rayas blancas y negras desaparecían para dar lugar a un pelaje marrón, de tonalidad café con leche, el mismo color que los pastizales de la sabana donde vivía, en el Estado libre de Orange (Sudáfrica).
Estos animales fueron cazados, sobre todo, por los colonos bóers, los descendientes de los conquistadores holandeses que buscaban nuevas tierras alejados de los ingleses. Era mediados del siglo XIX, y fue tan desmesurada la matanza que los cazadores extraían las balas de los cadáveres para ahorrar munición.
Fue tan desmesurada la matanza que los cazadores extraían las balas de los cadáveres para ahorrar munición
El origen de su particular nombre es una adaptación libre del pueblo hotentote (los khoikhoi) del sonido que emitía este equino, pero luego los blancos de lengua afrikáneers se referían como quagga a cualquier tipo de cebra, como la cebra de montaña y la cebra de Grévy o cebra real. En agosto de 1883, la última quagga moría en el zoológico de Amsterdam. Apenas quedaban algunos ejemplares embalsamados, un par de fotografías y varios dibujos como para tener un recuerdo más vivo de su presencia.
Pero la quagga ha resucitado. Y gracias a un experimento de selección genética, ya hay una docena de quaggas pastando en los campos experimentales de Vrolijkheid, al norte de Sudáfrica.
Pero la quagga ha resucitado. Y gracias a un experimento de selección genética, ya hay una docena de quaggas pastando en los campos experimentales de Vrolijkheid, al norte de Sudáfrica.
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